"San Sebastián de Abaí: Faro de Fe y Memoria Viva"
"Testigo del paso del tiempo y refugio de esperanza, la parroquia guarda en sus muros las historias, plegarias y celebraciones de un pueblo que vive su fe con el corazón abierto."

En el centro mismo de Abaí, allí donde el horizonte se tiñe de verde y el aire trae aromas de tierra húmeda y madera antigua, se levanta la Parroquia San Sebastián, como un corazón que late al ritmo de la fe de su gente.
No es solo un templo: es un refugio del alma, una pausa en medio del ajetreo cotidiano, un abrazo de paredes que han escuchado las plegarias más profundas y las gratitudes más sinceras.
Nacida del esfuerzo compartido, su estructura de líneas modernas y firmes guarda la calidez de un hogar. La cruz que corona su fachada no es solo un símbolo: es el faro que guía a los caminantes, el estandarte que recuerda que, incluso en las tormentas, hay luz que no se apaga.
A su lado, el campanario se alza como un guardián silente, vigilando el paso de los días y resonando con un llamado que atraviesa calles y corazones, reuniendo a familias, amigos y desconocidos bajo un mismo techo.
Los vitrales, con su juego de colores y formas, filtran la luz del sol y la transforman en caricias cromáticas que danzan sobre el altar. Allí, las oraciones se elevan como susurros al cielo y los cantos llenan el aire de una energía que se siente tanto en la piel como en el espíritu.
En sus fiestas patronales, Abaí se viste de alegría: el templo se convierte en epicentro de celebración, y las calles aledañas se llenan de risas, pasos, promesas y devoción. Pero incluso en los días silenciosos, la parroquia permanece, firme y abierta, esperando a quien necesite descanso, consuelo o simplemente un instante de paz.
La Parroquia San Sebastián es más que piedra y cemento: es memoria viva de generaciones que han dejado allí sus historias, sus lágrimas y sus esperanzas. Es la voz suave que susurra que la fe no es un acto solitario, sino un puente que une al pueblo, y que mientras su cruz se recorte en el cielo de Abaí, siempre habrá un lugar donde encontrarse con Dios… y con uno mismo.