CiberChisme
“Nepolandia cercada: el pueblo aprieta, el poder asfixia”
“Aplausos de alambre y promesas oxidadas”
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Poco a poco Nepolandia está siendo cercada con #alambre de púas#, no el que se clava en la carne, sino el que se enreda en las conciencias y marca los límites de un poder que se creyó eterno.
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El mandamás —o Faber Castel, como lo llaman en voz baja—, ese señor que solía caminar con el pecho inflado como si el aire le perteneciera, ahora tropieza con su propio cerco: un pueblo que ya no se conforma con migajas ni con discursos reciclados.
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Los alambres no aparecieron de un día para otro. Se fueron tensando con cada promesa incumplida, con cada bolsillo reventado de corrupción y con cada sonrisa hipócrita lanzada desde el palacete municipal. Hoy, mientras el humo de las cocinas sin gas y las calles plagadas de baches y basuras dibujan el verdadero rostro de Nepolandia, la gente empieza a entender que el muro no divide territorios: aprieta a los de arriba hasta dejarlos sin oxígeno.
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El mandamás siente la presión. Ya no le alcanzan los aplausos comprados ni los séquitos domesticados que repiten consignas como loros amaestrados.
Los gritos atraviesan el cerco y retumban en su sillón de cuero, recordándole que el poder no es un sacramento divino, sino un préstamo que la ciudadanía puede cobrar con intereses usureros. Y en esa contabilidad política, Azuquita ya tiene experiencia de sobra.
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Así, entre el óxido del alambre y el murmullo creciente de la multitud, Nepolandia se transforma en metáfora viva: un pueblo donde los de abajo, con manos desnudas, van cerrando el cerco a los de arriba.
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El espectáculo recién comienza, y el mandamás, acostumbrado a posar de domador de circo, descubre con amarga ironía que el único animal acorralado ahora es él.
