Parroquia de San Juan Nepomuceno: templo del silencio y de la luz
En el umbral del misterio y la devoción, la parroquia de San Juan Nepomuceno se alza como faro de fe en la noche del mundo. A sus puertas, el santo mártir del silencio guarda con mansedumbre el corazón de su pueblo, mientras la luz de la cruz ilumina no solo el templo, sino también el alma de quienes se acercan a orar, a agradecer o a buscar consuelo.

Envuelta por la penumbra sagrada del atardecer, la parroquia de San Juan Nepomuceno se presenta como un refugio del alma, una morada terrenal donde lo divino roza la arcilla de los hombres. Su cúpula blanca se eleva como un cántico al cielo, coronada por una cruz luminosa que no solo señala el firmamento, sino que guía al peregrino interior hacia el misterio de la fe.
En el umbral de este santuario se yergue la imagen serena de San Juan Nepomuceno, mártir del silencio y guardián del sacramento. Sostiene la cruz con la firmeza de quien ha abrazado el martirio por fidelidad a lo sagrado, mientras su rostro de madera parece hablar en voz baja con las sombras y las plegarias. Es el centinela de la noche, el intercesor del pueblo que lo honra entre flores frescas y cintas tricolores.
La fachada, adornada con luces blancas que caen como bendiciones, y telas patrias que ondean como oraciones en movimiento, anuncia fiesta, pero también recogimiento. Aquí, cada piedra reza, cada campana canta, y cada rincón guarda ecos de promesas, bautismos, y retornos. Es más que un edificio: es un corazón latiendo al ritmo del Evangelio, un altar donde la historia se arrodilla ante lo eterno.